viernes, 22 de enero de 2010

El último siglo de la República (133-31 a.C.):

LOS HERMANOS GRACO

Los hermanos Graco eran de los pocos romanos que se percataron de la necesidad de emprender reformas urgentes ante el riesgo de que la República se viniera abajo víctima de sus propios vicios. Los hijos de Cornelia recibieron una educación exquisita que les dotó de una visión de la república más vasta que la de cualquier romano.

Tiberio fue elegido tribuno en el año 134 a.C, siendo una de sus primeras medidas una reforma agraria que buscaba reducir las enormes propiedades y dividirlas en granjas de moderado tamaño para que, de esta forma, estuvieran más repartidas entre los ciudadanos y no estuviese en manos de unos pocos; además propuso que la tierra fuese inalienable, es decir, que no pudiese ser vendida ni sustraída. Esto contó con la oposición de los terratenientes que rápidamente iniciaron una campaña de desprestigio acusándole de populista y querer ir contra el orden establecido. Esta medida tuvo éxito y Tiberio no tuvo más opción que atacarles con otra propuesta radical. En ese tiempo Atalo III, rey de Pérgamo, legó su floreciente reino a Roma, haciendo eco de un sentimiento proromano o bien queriendo evitar una guerra civil ante el creciente poderío de Roma, Tiberio propuso que el tesoro y el reino fuesen repartido entre los más pobres, me imagino la cara del patricio corrupto de turno viendo que se quedaba sin un sextercio del pastel, es por ello por lo que organizaron una conjura que puso fin a la vida de este hombre.

Estos hermanos fueron las últimas oportunidades para una república que ya por entonces agonizaba víctima de sus propios vicios y que daría lugar a los dictadores perpetuos como, Sila y Julio César, y finalmente largos siglos de imperio que, en mayor o menor medida, mantuvo siempre la fachada republicana para conseguir la legitimidad de su gobierno, de hecho quién no respeto al Senado tuvo un final un tanto violento (Calígula, Nerón, Domiciano, Cómodo, etc).

LAS GUERRAS CIVILES

La lucha entablada entre las clases sociales, fue el preludio de las guerras civiles que se produjeron más tarde, durante las cuales, con el apoyo de fuerzas militares, se disputaron el poder, sucesivamente, Mario y Sila; luego Pompeyo y César; y más tarde Antonio y Octavio. Cayo Mario, que pertenecía al partido popular, alcanzó prestigio con la denominada guerra de Yugurta. Yugurta, sobrino del rey Micipsa, de Numidia, en el Norte de Africa, que había quedado dependiente de Roma, a la muerte de su tío heredó una parte de sus bienes y para quedarse con el resto no trepidó en dar muerte a sus primos.

Al tener conocimiento de lo ocurrido, los romanos lo citaron para que diera cuenta de sus actos ante el pueblo de Roma. Para librarse de esta difícil situación Yugurta sobornó a un tribuno, quien el día del proceso le impidió hablar y lo hizo salir de Roma impunemente.Esto dio lugar a que los romanos enviaran a África un ejército a las órdenes de Metelo, cuyo teniente era Mario. Este logró captarse la simpatía de los soldados y obtuvo ser nombrado cónsul. En tal carácter se constituyó en defensor de los pobres y se comportó como los Graco. Además, realizó una reforma militar que dio cabida a los extranjeros en el ejército, con lo cual éste ya no fue más un reflejo de la sociedad romana. A partir de entonces los soldados fueron más leales a sus jefes que al estado.


Mario y Sila

La etapa republicana en la Roma de la antigüedad (509 a.C-27 a.C) significó la expansión territorial, las conquistas jurídico-político-sociales de la plebe, el desarrollo económico y comercial, que sin embargo, benefició a unos pocos. Éstos ricos, que en su mayoría eran los que tenían acceso a las magistraturas, dejaron de lado los valores tradicionales, incluso los religiosos, tan respetados en la época monárquica, para hacer gala del lujo, el derroche y la ostentación. Mientras esta clase social de adinerados vivía en la opulencia, los campesinos y proletarios, se sumían en una miseria, de la que les era difícil salir, por el abandono que hacían de sus campos para ir a las campañas militares, y los pesados tributos que recaían sobre sus tierras.
Las reformas que trataron de impulsar los hermanos Graco (130 a. C) fracasaron ante la oposición de las clases poderosas.


Esta situación interna conflictiva, que dividió a Roma en aristócratas y populares, condujo a una guerra civil, liderada por inescrupulosos que usaron al pueblo para consolidarse en el poder. A estos problemas se sumaba el peligro exterior, que viendo una Roma debilitada, tentaba a los pueblos sometidos a recuperar sus antiguos territorios.

Surgieron dos partidos que reflejaban esos idearios opuestos:
El de los optimates, nobles aristocráticos defensores del poder senatorial, y contrarios a las asambleas populares, a la concesión de la ciudadanía a territorios no solo fuera de Italia, sino dentro de la misma península, pero fuera de Roma.


Los populares, seguidores de las ideas de los hermanos Graco, se apoyaban en el poder de las asambleas populares contra el poderoso senado, querían extender la ciudadanía aún fuera de Italia, y realizar reformas agrícolas que favorecieran al campesinado.
Cuando en el año 108 a. C. llegó Cayo Mario al consulado, cargo que ocuparía en siete oportunidades, la plebe vio en él, el símbolo de sus reivindicaciones de clase, ya que se mostraba partidario de la plebe, siendo líder del partido popular. No solo fue elegido cónsul, sino también fue puesto al mando de las fuerzas que lucharían contra Yugurta, en el norte africano. Después de luchar contra Yugurta, rey de Numidia, guerra que terminó con la captura del rey enemigo en el año 105 a. C. gracias a la gestión de Sila, que en ese momento desempeñaba el cargo de cuestor, y contra los cimbros y teutones, Mario cambió su política y dejó de lado al pueblo empobrecido para gobernar en favor de la nobleza aristocrática.
A partir de estas campañas militares ya se despertaban los recelos entre el jefe Mario, y su subordinado Sila, que reclamaba para sí los honores de las victorias. En el año 104 a. C., Mario fue elegido cónsul por segunda vez. Así siguieron sus reelecciones, y sus triunfos, derrotando a los teutones en año 102 a. C y a los cimbrios en el 101 a. C. Al retornar a Roma lo eligieron cónsul por sexta vez en el año 100 a. C.
Los ejércitos cambiaron su composición, se profesionalizaron, y quedaron a cargo no de los campesinos, sino de aquellos sin tierras que recibían una paga por sus servicios, que pronto exigieron tierras en pago de sus servicios, demandas que no pudieron ser satisfechas, incrementando la tensión social.
Los pueblos itálicos deciden unirse contra Mario, conformando la confederación itálica, cuya capital erigieron en Corfinio, e iniciaron una guerra con objetivos sociales.


En el año 94 a. C. la pretura es ocupado por Lucio Cornelio Sila, perteneciente a la clase patricia, que como dijimos, había sido destacado lugarteniente de Mario. Fue acusado por Mario de corrupción y soborno durante su misión contra partos y capadocios. En el año 88 a. C., accedió al Consulado tras derrotar a los rebeldes italianos. Durante su ausencia, Mario aprovechó para tratar de reconquistar su poder, con la ayuda del tribuno de la plebe, Publio Sulpicio Rufo, que de colaborador de Sila y de los optimates, se pasó al bando de los populares.


Desde su cargo logró sancionar un decreto por el cual ponía el mando de las legiones a cargo de Mario, relevando a Sila, que enterado de esto, convenció a sus hombres de atacar Roma. Sila, victorioso, limitó las facultades de los tribunos de la plebe. En el 87 a. C dirigió una campaña contra el rey del Ponto, Mitrídates, momento que aprovecharon los populares para vengarse, estallando una nueva revuelta, al mando de Cinna, que había sido puesto al mando del Consulado, que unido a Mario, y a su hijo del mismo nombre, que había armado un ejército en su exilio en África, atacaron a los optimates dirigidos por Octavio. El senado quedó en poder de los populares que ordenaron el exilio de Sila. Mario tenía ya 71 años cuando asumió el consulado por séptima vez. Solo lo hizo por 17 días, al cabo de los cuales falleció.
Sila regresó victorioso de su campaña militar. Mario ya había muerto, Cinna también, y después de vencer al ejército de Mario el joven (hijo de Mario) y de Papirio Carbón, a cuyos hombres reprimió con extrema dureza, fue proclamado por el senado, en el año 82 a. C como dictador, con funciones legislativas y de organizar la Constitución. Su cargo de dictador perpetuo era ilegal (la dictadura romana no podía durar más de seis meses) y omnipotente, pero intentó dar visos republicanos a ese período, dando mayor poder al senado, cuyo número elevó de 300 a 600, y limitando las potestades de los magistrados, estableciendo edades mínimas para el desempeño de los cargos, y sobre todo el de los tribunos de la plebe, que solo podían presentar proyectos legislativos con autorización senatorial, y cercenando su capacidad de veto.
Ejerció un gobierno de terror y proscripciones contra sus enemigos políticos, a quienes se les confiscaban y vendían sus bienes.


En el año 80 a. C, Sila abdicó en Cneo Pompeyo, que era además de su lugarteniente, su yerno.


Es difícil encontrar en la historia un ejemplo donde un cambio drástico en la estructura de un estado, e incluso toda una sociedad en su conjunto, no se dé debido a un debilitamiento o una magna crisis que altere sus bases y permita dicho cambio pasar inadvertido entre el caos del conflicto.


El Primer Triunvirato no fue la excepción a esta regla, y su razón de existencia se da producto a una de las mayores crisis sufridas por la República, una crisis que en efecto la desangraría mortalmente y que sería uno de los desencadenantes del nacimiento de Imperio. Desde un principio el Triunvirato estuvo destinado a su autodestrucción, tres personalidades enormemente influyentes y poderosas compartiendo el poder da como resultado la imposición de una sobre el resto y una lucha por este poder. De estos tres hombres poderosos curiosamente el que se impondría sería el que menos poder económico y militar poseía, pero que a su vez contaba con la mayor ambición, falta de escrúpulos e inteligencia necesaria como para lograrlo. La historia misma ha juzgado a esta monarquía disfrazada de democracia de muchas maneras. Desde considerarla un 'monstruo de 3 cabezas' como la daría a llamar Varrón, a denominarla la salvación de la democracia popular Romana, quitándole poder al Senado y otorgándoselo a los Tribunos del pueblo. Pero el Triunvirato no debe ser interpretado como algo oficial, que nunca lo fue, sino como una unión, en principio secreta, de 3 hombres poderosos los cuales mediante el intercambio de influencias y poderes lograron dominar la política Romana a su gusto y placer.

JULIO CÉSAR


Su gobierno estuvo caracterizado por una política muy agresiva en la que sometió a la práctica totalidad de pueblos celtas en varias campañas. Este conflicto, conocido como la Guerra de las Galias, finalizó cuando el general republicano venció en la Batalla de Alesia a los últimos focos de oposición, liderados por un jefe arverno llamado Vercingétorix. Sus conquistas extendieron el dominio romano sobre los territorios que hoy integran Francia, Bélgica, Holanda y parte de Alemania. Fue el primer general romano en penetrar en los inexplorados territorios de Britania y Germania.
Mientras César terminaba de organizar la estructura administrativa de la nueva provincia que había anexionado a la República, sus enemigos políticos trataban en Roma de despojarle de su ejército y cargo utilizando el
Senado, en el que eran mayoría. César, a sabiendas de que si entraba en la capital sería juzgado y exiliado, intentó presentarse al consulado in absentia, a lo que la mayoría de los senadores se negaron. Este y otros factores le impulsaron a desafiar las órdenes senatoriales y protagonizar el famoso cruce del Rubicón, donde al parecer pronunció la inmortal frase "Alea iacta est" (la suerte está echada) iniciando así un conflicto conocido como la Segunda Guerra Civil de la República de Roma, en el que se enfrentó a los optimates, que estaban liderados por su viejo aliado, Pompeyo. Su victoria, basada en las derrotas que infligió a los conservadores en Farsalia, Tapso y Munda, le hizo el amo de la República. El hecho de que estuviera en guerra con la mitad del mundo romano no evitó que se enfrentara a Farnaces II en Zela y a los enemigos de Cleopatra VII en Alejandría. A su regreso a Roma se hizo nombrar cónsul y dictator perpetuus —dictador vitalicio— e inició una serie de reformas económicas, urbanísticas y administrativas.A pesar de que bajo su gobierno la República experimentó un breve periodo de gran prosperidad, algunos senadores vieron a César como un tirano que ambicionaba restaurar la monarquía. Con el objeto de eliminar la amenaza que suponía el dictador, un grupo de senadores formado por algunos de sus hombres de confianza como Bruto y Casio y antiguos lugartenientes como Trebonio y Décimo Bruto, urdieron una conspiración con el fin de eliminarlo. Dicho complot culminó cuando, en las idus de marzo, los conspiradores asesinaron a César en el Senado.

Su muerte provocó el estallido de otra guerra civil, en la que los partidarios del régimen de César; Antonio, Octavio y Lépido, derrotaron en la doble Batalla de Filipos a sus asesinos, liderados por Bruto y Casio.



Segundo Triunvirato


El Segundo Triunvirato fue una alianza por cinco años realizada entre Marco Antonio, César Octaviano y Marco Emilio Lépido, tras el vacío de poder originado por el asesinato de Julio César. El 11 de noviembre de 43 a. C. se produce la Entrevista de Bolonia, de la que sale el Segundo Triunvirato (43 a. C. - 38 a. C.). El 23 de noviembre de 43 a. C., con la Ley Titia se hace oficial dicho pacto, se limita su vigencia a 5 años, y se procede al reparto territorial:
Sicilia, Cerdeña y África para Octavio.
Galia Cisalpina para Marco Antonio.
Galia Narbonense e Hispania a Lépido.
En el 38 a. C., el segundo triunvirato se renovará por cinco años más, esto es hasta el 33 a. C.
La denominación oficial de este triunvirato era Triumviri Rei Publicae Constituendae Consulari Potestate (en Español: Triunvirato para la Constitución de la República con Poder Consular; abreviado en Latín como: III VIR RPC). El poder con el que contaban los Triunviros era muy superior al que poseían todos los demás hombres de estado juntos, dándoles una increíble libertad de acción y decisión en la política Romana. Su poder era prácticamente ilimitado, siendo el margen de cinco años el único freno o "control" a su mando, aunque de todas maneras, este podía ser renovado (como así fue en su momento). Si bien los integrantes del Triunvirato poseían un poder superior al consulado, como su mismo nombre indica, éstos también serían designados como Cónsules, lo que no deja de ser algo irónico.
Después de la muerte del autócrata, Julio César, Marco Antonio expulsó a sus asesinos Casio y Bruto a Grecia y se hizo con el poder. Sin embargo no contaba que César nombraría como sucesor suyo a su sobrino Octaviano. Éste regresó a Roma en mayo del 44 a. C. a hacer valer su título de sucesor, pero Marco Antonio lo ignoró.
El Senado romano, que odiaba a Marco Antonio, reconoció el mando supremo que Octaviano reclamaba y le encargó la tarea de derrotarlo. Sin embargo, el sobrino-nieto de César no era tonto, él sabía que el Senado sólo deseaba usarlo para acabar con Marco Antonio y luego le despreciaría también, por lo que en secreto se reunió con Marco Antonio en una isla cerca de Bolonia. Los dos acordaron que junto con Marco Emilio Lépido, se enfrentarían al partido senatorial y le impondrían sus decisiones.
Los tres comandantes regresaron triunfantes a Roma donde revelaron una cláusula secreta de su pacto: los principales miembros del partido conservador, los Optimates debían morir. Una lista de 300 senadores y 2000 caballeros condenados a muerte fue publicada, y el primero de la lista no era otro que el famoso orador Marco Tulio Cicerón. Los bienes de los proscritos fueron repartidos entre los ejecutores y el bando republicano sufrió un terrible golpe, más aún poseía un ejército poderoso en Grecia, bajo las órdenes de los asesinos de César (Marco Junio Bruto y Cayo Casio Longino).
Marco Antonio y Octaviano partieron a Macedonia a vengar la muerte de César, y derrotaron a Casio y Bruto en la Batalla de Filipos en el 42 a. C. A continuación los triunviros se repartieron Roma. Marco Antonio, el hasta el momento indiscutible líder, se apoderó de las ricas provincias del Oriente, mientras que a Octaviano le tocó la endeudada Italia y las provincias de Occidente, a Lépido lo marginaron y le entregaron las menos valiosas provincias africanas.
Mientras que Octaviano se enfrentaba continuamente en Roma a disturbios y a reclamos de todos los sectores del país, Marco Antonio vivía una vida lujosa y despreocupada en el rico Egipto junto a la reina Cleopatra.
Octaviano, consciente de que Marco Antonio aún era poderoso en Roma, intentó por todos los medios mantener buenas relaciones con él, incluso llegó a perdonar a su hermano Lucio Antonio, que había intentado sublevar el país, y le entregó a su hermana Octavia como esposa. Con inteligencia, Octaviano logró derrotar uno por uno a todos sus enemigos políticos, y logró tranquilizar tanto al pueblo como a la burguesía. Además con la ayuda de su amigo Agripa, logró derrotar a Sexto Pompeyo que dificultaba la entrega de cereales a Roma, lo que originó una opinión pública favorable hacia él. En el año 36 a. C. Octaviano le quitó las provincias africanas a Lépido y lo apartó de la vida política. Finalmente Octaviano había asegurado su posición como señor de occidente y empezó a preparar el panorama político y militar para su inminente ruptura con Marco Antonio.
Marco Antonio facilitó las cosas a Octaviano, no sólo empezó a sufrir derrotas en las batallas, sino que repudió a Octavia para casarse con Cleopatra. Octaviano era un maestro de la propaganda y volcó la opinión en Roma completamente en contra de Marco Antonio cuando reveló que éste pensaba donar provincias romanas a la reina de Egipto y a sus hijos.
En el 31 a. C. el Senado romano, controlado por Octaviano, declaró que Marco Antonio era inútil para el triunvirato y declaró la guerra a Cleopatra.
En la Batalla de Accio (31 a. C.) los dos bandos se enfrentaron, Marco Antonio y Cleopatra fueron derrotados y se suicidaron poco tiempo después. De esta manera Octaviano pasó a llamarse Augusto y se convirtió en el primer emperador romano.




Bárbara, Diana y Elena

1 comentario:

  1. Hola chicos nuestro trabajo esta inacabado pero cuando Ana cuelgue las demas partes os va a gustar mucho por que seguro lo leereis tod verdad¿?¿?¿?¿?. . .ya os comentaremos los vuestros. . .bsits chicos se cuidan

    ResponderEliminar